Hoy voy a rememorar un acontecimiento que sucedió en un viaje que hize a Zaragoza hará unos diez años.
Desayuné en un bar y me dirigí a coger el autobús que me llevaba a esa bella ciudad, crisol de razas y encrucijada de pueblos..
Después de haber dado buena cuenta del desayuno, creo que un bollo y un café con leche, fuí hacia el autocar y me senté tranquilamente, esperando la salida del autobús.
No podía imaginarme la odisea en que iba a convertirse dicho viaje..
Cuando llevábamos, más o menos, una hora de viaje noté como mi intestino tenía unos "ligeros" retortijones.No le dí mayor importancia y continué leyendo y oyendo música..
Pero poco a poco, esos retortijones aumentaron en frecuencia e intensidad, el peristaltismo intestinal estaba desbocándose por momentos..
A partir de entonces, el viaje se convirtió en una titánica lucha entre mi nervioso tracto intestinal y mi férrea voluntad, decidida a luchar contra el impaciente excremento, que pugnaba por asomar el sombrero al exterior..
Sudores fríos bajaban por mi frente, los mojones se revolvían en mi interior, parecía que nunca llegábamos..
No me extenderé más en esta parte, el caso es que, milagrosamente, llegué a Zaragoza sin ni siquiera haber tiznado de marrón mis calzoncillos..
Cuando el autocar paró en la estación de Zaragoza, agradecí a los hados con toda la fuerza de mi espíritu el fin de tamaña tortura..Pero no acabó la aventura ahí, amiguitos y amiguitas, mi esfínter, consciente del fin del viaje se rebeló contra mí e intentó que toda la carga intestinal saliera expelida de inmediato..
Yo hize acopio de las pocas fuerzas que me quedaban y salí corriendo, cual centella, raúdo en búsqueda de un bar o cafetería donde vaciar mi carga fecal..
Y lo encontré, pero, ¡madre mía!, fuí a dar con el bar más cutre de toda la ciudad..
Entré corriendo al baño sin saludar al camarero, ¡estaba yo para diplomacia!..
Al entrar en el váter, comprobé que no había ni luz ni papel, pero ya no aguantaba más, me puse un poco agachado, sin llegarme a sentar, pues la higiene brillaba por su ausencia..
La caca salió cual avalancha con un fuerte aparato sonoro, aquello parecía una sinfonía cuesquil y fecal, cuando acabé, sentí un placer inenarrable, pero duró poco, ya que al no haber papel, tuve que hacer uso de los pocos pañuelos de papel que tenía para arreglar el desaguisado..Tras una breve limpieza, tuve que ir hasta el hotel notando como se pegaban los "bóser" a mis posaderas y no era por haberme puesto pegamento "imedio" precisamente..
Todo acabó felizmente al llegar a la habitación y poder poner los calzoncillos a lavar y recibir una refrescante ducha..
Y aquí termina esta historia que espero os haya gustado, ya sabéis, ¡antes de viajar, comprobad que habéis realizado vuestras tareas más perentorias!..